La aproximación a la muestra Poblete 100
años que puede hacer un pintor como yo, orgánico, atribulado entre el
surrealismo, el pop, el dadaísmo y cuanto ismo quieran ponerme, no puede ser
otra que a través de escribir cómo se ordenan las ideas que brotan del mirar.
Porque pienso que es lo adecuado, lo correcto; organizar la tensión entre lo
constructivo y lo orgánico alejándome de toda pulsión partidista, o panfleto
emocional autoinfringido como una coraza inútil pero que salvaguarda de alguna
manera la subsistencia territorial en el espacio común: Soporte, espacio,
materia…luego fuera del espacio qué?
Si. También hay pintura.
Veamos:
El arte es tensión no especulativa,
tensión a secas entre obra y espectador, pero no sólo ahí radica la tensión de
una obra de arte, también existe en el proceso creativo, la desenvoltura de el
pre-texto, el antecedente natural de la ejecución. En ese proceso se juega una
batalla inevitable determinada por el tiempo y con inesperados resultados hasta
la ruptura del silencio que es el encuentro con el soporte o el espacio.
Construir un guión o un relato mandante
puede ser una instalación de la metáfora con miles de guiños, cadencias,
cambios o bien puede ser una postura política ante el mundo.
Finalmente lo que construye el artista es
un discurso auto-tensionado, una especie de lucha silenciosa en su propio
molino de viento y de la cual, más vale, tendrá que salir victorioso. De lo
contrario no habría mayor diferencia entre una obra significativa que connote y
proponga el mundo paralelo necesario y obligatorio que se espera de una obra de
arte a una que solo sea significante de su propia forma cerrada, abstracta o
no.
Mientras caminaba rodeado de la obra de
Gustavo Poblete en esa sala magníficamente adecuada, di con ciertas claves de
ese conjunto de significaciones que están ahí contando algo desde el trazo
abstracto hasta la destrucción de si mismo en un eterno juego entre 2 polos:
uno frío y el otro caliente.
Pero no fue inmediato.
He aquí la magia, al menos para mí, ahí
radica el genio de la propuesta creativa de Poblete.
El efecto retardador en el espectador es
parte de la obra. No hay emoción, al menos en mi caso, si me enfrento a una
obra constructivista porque en efecto no es importante que la haya, ahí está la
clave que propone el arte constructivo precisamente; el control es completo,
tanto como el perfecto trazo o el volumen matérico plano que dibuja solo una
ilusión óptica y que tampoco lo es porque en definitiva lo que hace Poblete es
seguir tensionando, esta vez a mi, ya no es él, el objeto de su propia creación.
Poblete esta vez está en la obra más inmerso que nunca; el enroque entre torre
y Rey ya lo ha hecho o mejor dicho, ha
puesto el alfil en dirección de ataque.
La técnica es una herramienta finamente
contenida, la propuesta cromática es notable, la inclusión en el espacio plano
o master planeado cual maqueta que se confunde en ese otro espacio donde se
complementa la experiencia del mirar: El Otro, el que observa es quien
finalmente queda sostenido o suspendido en su hábitat o su habitar.
Las pinturas de Poblete no son pinturas
porque no buscan serlo, son algo nuevo, algo distinto a pesar de ser pinturas.
Esto no es un juego de palabras, es un asunto político, feroz, tremendo.
Ahí vienen entonces las tribulaciones y
atrevimientos de los constructivistas rusos, los bolcheviques aquellos
despeinados, especies de punkies adelantados en plena instauración del
comunismo en Rusia posteriormente el imperio de la URSS. No sé porqué, y muy a
pesar de ellos, saltan como un conejo del sombrero Vassily Kandinsky y Laslo
Moholy Nagy, algo sucede ahí, con esto de contar a partir de cero, la nada,
porque ahí no había nada como lo que desde ahora va a acontecer. Como bien dice
Tomás Maldonado en su ensayo Los artistas concretos, el “realismo” y la
realidad, para la Revista Arte Concreto Invensión aparecida en agosto de 1946: “ el arte
concreto es un arte de invensión”. El arte realista es en esfuerzo inventado
porque solo surge realidad a partir
de el trabajo y la práctica. Lo representativo en cambio no podrá ser jamás
arte real o “realista”.
Bastante osado Maldonado, pero quien no
lo es, si se habla con tanta propiedad y se argumenta tan lucidamente sobre la
realidad como un desmembramiento atómico que depende de una representatividad
siempre subjetiva? Proponiendo a cambio una definición de la realidad como un
invento producto de un esfuerzo dinámico corporal, espacial, concreto.
Sumemos a esta definición lo que se
infiere como una definición de lo artístico: que no puede haber realidad más
enorme, más estructurada en si mismo y por ende más verdadera que el Marxismo,
puesto que no contiene desmembramientos, no es lo que representa finalmente, si no que es desde la realidad irremediable
que produce un trabajo hecho desde un pensamiento social del espacio y del
habitar el mundo.
Tanto Kandinsky, Moholy Nagy y tantos
otros artistas de aquellos primeros 20 años del siglo pasado asumieron el
constructivismo para precisamente hacer eso; Construir el discurso socialista
desde el invento de el nuevo mundo, un mundo que debía ser tan perfecto como
una línea o un círculo en un espacio determinado y plano.
Los pilares del nuevo mundo esta vez
provenían de un invento humano lo más parecido a una ecuación exacta y perfecta
como nunca antes en la historia de las realidades del mundo. He ahí la dote
incomprendida naturalmente, por quienes sólo esperaban la propaganda realista
como bastión explicativo de la nueva aventura “realista” de la nueva Rusia. He
ahí que esta diferencia superaría una explicación formal por quienes osaban ser
los distintos puesto que mejor dicho, eran los verdaderos marxistas que estaban
inventando el nuevo mundo en sus obras.
Tan incomprendidos como geniales, debo decirlo
aunque esto se sabrá algunos años después.
Entonces se devela la obra de Poblete
como una suerte paralela, mágica, atrevida y compleja porque contiene en si
mismo todos los elementos necesarios para decirlo todo en pocas palabras o
gestos aunque en ello se conmuevan negativamente aquellos “revolucionarios”
modernos sin modernidad o mejor dicho aquellos que necesitaban ver el mundo
desde lo cognitivo y fácil en lugar que desde aquel mundo que era necesario
inventar desde cero.
Aquí la llave que proponen artistas como
Poblete es a los rusos constructivistas la real y verdadera entrada al nuevo
mundo no desde la ilusión o desde el romanticismo lírico o mesiánico de lo
imaginable sino que más bien desde una definición construída con precisión y
perfección únicas e inmutables en el tiempo.
La realidad ya no será la misma. Es una
nueva realidad producto del trabajo; la del hacer.
¿Porqué entonces la De-construcción?
¿Porqué negar lo que ha costado tanto hacer?.
¿No es acaso parte del devenir del ser
humano estar en esa especie de indefinición involuntaria y crítica a la vez?
Pues si, al fin y al cabo todo lo que se
construye, tiende a tener un proceso de vida útil, una simbiosis con el tiempo,
el momentum, para luego pasar a desmoronarse cual torre de naipes. Finalmente
esto es un largo y lento proceso natural coincidente con la vida de los seres
humanos, y también es definidor de como el artista debe actuar en consecuencia.
Deconstruir no es sino parte de el mismo
discurso planteado desde un comienzo y por ello, parte inherente de la obra.
En la obra de Gustavo Poblete, a mi
parecer, se hermanan a la perfección en un solo hilo conductor la desfiguración
de la realidad como desconfiguración de la misma puesto que lo que le ha tocado
vivir como ser humano y artista se entrelazan en una sola voz con un eco muy
profundo y cautivante; el fracaso y el dolor de la experiencia del socialismo
de Allende y los posteriores años de dictadura en Chile, no tienen una mejor
definición que salirse del marco, romper el cuadro, descomponerse en
microparticulas en el espacio en forma de sombras contenidas, tal vez en medio
de un viento que no iba a llevarnos a ninguna parte o a todas, ¿quien lo sabe?
.
Sólo el arte puede objetivizar las claves
y llegarnos como una manera que explique el caos desde el drama, la angustia o
la belleza que implica vivir lo que nos toca vivir.
No es al azar ni mucho menos la
implicancia de la razón absoluta en la construcción y la posterior
deconstrucción en la obra de Poblete, para nada, es precisamente eso la que la
hace inevitable, valiosa y única.
Finalmente y muy a pesar de ser parte de
aquellos espectadores que podrían decir “esta obra no me dice nada”, prefiero
ser de aquellos que entienden que más que un grupo de excelentes obras definida
como un “ismo” más por una corriente determinada por los historiadores o
críticos del arte, respetables todos, la
obra de Gustavo Poblete es una poderosa propuesta de un pensamiento que pone
trampas, que se auto-de(con)struye para renacer entre las cenizas siempre como
algo nuevo, puesto que en la creación hay
dolor, vacío, sombras y búsquedas infinitas en un espacio que ha quedado
en silencio pero no por ello es un espacio muerto, muy por el contrario es la
esperanza a pesar de las muertes y es también un sutil aviso premonitorio que si puede
existir un cambio a partir de la inteligencia y la pureza de lo simple, aunque
sea complejo y casi inalcanzable en estos tiempos.
Estoy hablando de la realidad como un
peso vivo, eterno y atemporal.
Absolutamente.
Puesto que la realidad se construye sólo
trabajando.
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