La plasticina desaparece de las manos y
de la noción de hurgar la dimensión desconocida a muy temprana edad, es como
matar escultores y escultoras prematuramente. Como si hurgar con las manos
entre el aire y la forma sea un antecedente de algo prohibido de explorar en el
futuro.
La plasticina es para niños y niñas.
Es un material que dura lo mismo que un
ser humano entre el kínder y el primero básico de la escuela. Luego se seca, se
agota, aburre.
Pasa al olvido de inmediato hasta que aparecen
l@s niñ@s y se convierte en buen regalo entre los 3 a los 5 años.
Didáctico dicen los maestros del kínder.
La cosa esta del arte y el artista es un
asunto de adultos para adultos o más bien de adultos regresivos activos para
adultos que avanzan pasivos. El ritalín no aplica en todo caso, la pugna entre
obra y observador es la misma equidistante entre objeto y sujeto con un aire de
respuestas en el aire y preguntas muchas veces mal hechas. Es un asunto
paradójico ver como los niños se portan tan bien frente a una obra de arte,
pareciera que traen esa pasividad opaca de los grandes y la imitan sin chistar,
la diferencia eso si, está en las palabras; se verbaliza en las preguntas.
Aquí las preguntas son lo más notable
entre objeto y sujeto, ya no quedan en el aire. Son las mejores, las de los
niñ@s. Las respuestas se convierten entonces en un desafío mayor.
Entonces tomar la plasticina y crear una
paleta de colores con ella, trabajar moldes, meter los dedos con precisión de
catedral, aplanarla, usar el uslero para adelante y atrás, los dedos en
círculos viendo como se estiliza la masa hasta llegar a tener punta, usar esos moldes de plástico que crean filigranas
regordetas, pegar una tras otras sin manchar, luego buscar esos pedacitos
alargados redondearlos y hacer coronas, pétalos, ojos, es meterse en un mundo
olvidado, un propio jurásico.
Tener como herramienta para trabajar
obras de arte una caja de Fisher Price es un asunto descabellado, pero es un
poema sobre la niñez inevitable e inexcusable.
El trabajo de Nora Unda está lleno de
estos atajos entre su niña y su ser mujer, se entrelazan de manera alegre,
juguetona, sexual, atrevida, folklórica, colorida, latinoamericana y muy
femenina por cierto.
Tiene muchas raíces reconocibles, si
quisiéramos explicarla sería fácil caer en el estereotipo, en el lugar común.
En que Nora es una artesana fina, en que
es súper decorativo su trabajo, en que adorna de manera preciosa aquel rincón
tan descolorido…bla, bla, bla…
Si lo viéramos como arte decorativo
solamente, diría que es magníficamente único. Si la viéramos como artesana
fina, diría que es imposible pues cada movimiento de sus finísimos dedos no se
replican nuevamente en cada molde, que el ánimo a cuestas es distinto como cada
corazoncito de la Guadalupe, que cada punta cae de distinta manera, y que cada
ojo mira dentro de órbitas diferentes, siempre.
Yo tengo otra visión al respecto.
Creo que es tremendamente puntuda! Pasa
un mensaje tras otro como la mujer metralleta!!
Parte por alegrar un paisaje
bidimensional a su alrededor, lleno de pinturas y objetos en los soportes
tradicionales y que pueden ser magníficas obras, pero Nora se abre camino con el
material de cabra chica precisamente ahí.
Eso desconcierta y re enfoca la vista
porque en realidad ella pinta, solo que no usa pintura.
Pinta como cualquier pintora que abandonó
la plasticina y empezó a dibujar monitos en el kínder, porque la o el profe
dicen que ya está bueno de plasticina, así que pinta. Lo que no saben es que
ella se las trae guardada. Sin usar pintura!.
Entonces aflora una textura distinta, el
material se adecúa de manera perfecta con lo que “pintará”, y nos dejará en la
bandeja o cajita enmarcada y con vidrio un talismán más que un objeto. ¿Nos
pondrá un espejo transparente o un ataúd abierto donde en su interior nos deja
un corazón?, ¿será que las plumas de un gallo nos están diciendo algo más que
la forma que lo hace reconocible como gallo?
El paisaje imaginario de personajes, animales,
cosas, órganos, venas, flotarán de manera inconsciente sobre el fondo blanco o
negro o es un mundo nuevo abierto como el silabario de preguntas y respuestas
acerca de cómo nos paramos frente a algo distinto, nuevo, original que contiene
la vida y la muerte a la misma vez?
Yo creo que el trabajo de Nora Unda es debelador
y apasionante, es una correlación persistente de un juego voraz donde el género
femenino se apropia con personalidad extrema de todo, donde el erotismo
femenino cobra vida de manera alegre, espontánea, libre. Donde lo que se
muestra es lo que se dice de manera sonriente, sin culpa, sin rollo.
Y además es un nuevo espejo cultural de
nuestras tierras que atraviesa desde los Andes hasta las rocallosas sin dejar
de quedarse un buen rato hipnotizada con el éxtasis maya.
Es como una larga franja de plasticina
que cae de los montes y toma los hilos de los huipiles, los hilos de nuestros
ancestros, pasan luego atravesando los espíritus de las serpientes, se cruzan
en mujeres amazonas, vuelven y se van ensimismadas, expansivas y magas pacha
mamas. Hasta que al final quedan quietas como un instante de foto
tridimensional en un cofrecito con marco de color, ataúd alegre de lo que nos
han quitado pero que de esta manera se nos devuelve prístino, alegre, mujer.
Maga, la Nora Unda.
O bruja?
También, entra ambas hay destellos de luz
de nuevos amaneceres.
Decir todo esto con plasticina es
ferozmente desestabilizador.
Es tremendamente sensual y atávico.
Algo que durante miles de años le costó a
la mujer el castigo del fuego de las hogueras, porque la mujer no debía
expresarse desde ahí.
Ese oscurantismo de miles de años se
desvanece en las manos de Nora y como por arte de magia o brujería se nos devuelve
en forma pacífica, cercana, colorida pero no por eso menos alerta y provocadora.
Crear es atreverse y es jugar.
Por suerte para muchos, entre los que me
inscribo, Nora Unda fue una cabra chica rebelde.
No soltó jamás la plasticina.
Guillermo Grebe
Artista Visual
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