Hacía falta levantar la bandera en la plaza más alta del
país, cual alienígena llega a la tierra cabalgando a lomo del caballo del Gral.
Baquedano para que el despertar de Chile tenga el carácter de connotación
simbólica completa inequívoca e indesmentible de que en lugar de zombies, el
pueblo de Chile estaba más vivo que nunca.
Para eso era necesario gestar un símbolo, una obra que
relate lo que se mueve de un cuerpo sin cabeza y al que le sobra el corazón y
que destella cargado de rabia e impotencia exigiendo ser mirado y ser amado.
Un símbolo con sentido de ser, un logos que se cargue de
coraje, conjuro y abrigo para los
inventores del momento. Un cuerpo de Obra que retrate la Gran Obra del
despertar chileno.
Las obras del arte permanecen en cuanto son guardadas, estas
en cambio no. Es imposible pues varían caminando en vida entre los pasos y los
carnavales, pasan de mano en mano, de celular a celular.
Cantan, gritan, inventan mañanas, comercian sueños, entablan
lenguajes secretos y completan un Guernica móvil perfecto entre las lacrimógenas imberbes brutas y vacías
que intentan dejar en silencio la música del estallido imposible e inevitable.
Hay un ritmo aquí que se mece entra la vida que se acelera
para crear sus nuevos espacios de país y la muerte de la normalidad vacua
disfrazada de dinosaurios en toque de queda.
Las torpezas del sistema se chocan con la indestructibilidad
de lo sembrado y acorralado por la tribu en su nuevo lenguaje cifrado: Las
paredes hablan, las estatuas son soportes amables abren sus vestidos de fierro
y se dejan manosear, los comerciantes veneran su orgullo mestizo unificado
entre la tropa, las ventas de pañuelos del matapacos son parte de una
indumentaria amada e idolatrada y los superhéroes criollos se abren camino
entre las piedras y el guanaco.
El re-invento de un idioma que tiene palimpsestos en el grafiti
sustenta la voraz realidad de la invisibilidad de tantos años en el silencio de
las esquinas olvidadas, las plazas de tierra, las calles sin luz. Es necesario hurgar
en estas huellas audaces aquello que no se ve o no se veía. Aquello que no
tenía tele, no tenía prensa ni asistencia, sólo vagaba entre ellos y ellas en
la desnuda tarde soleada o el barro depositado en los zapatos rotos de alguien
que lloraba su miseria del olvido en aquella población lejana. El lenguaje es
siempre el punto de partida de todo: lo que escribo es algo que vivirá después
en la boca, los oídos se escurrirá desde la mente a las manos y actuará en los
otros y otras y en todo.
El lenguaje en su forma es la primera parte, luego viene la
yuxtaposición de las consignas, las teorías, las frases pal bronce y los
clichés, también la deconstrucción de los eufemismos y las derrotas de las
verdades de las elites como única voz mandante así como las consignas
doctrinarias decimonónicas que empiezan a ser parte de un paisaje sin banderas
alejadas de todo extremo o borde ideológico separatista.
Todo va trenzando un relato de lo nuevo sin más antecedente
que la poesía popular más noble y pura que está enraizada en cada chilena y
chileno que marcha y marca su huella simbólica del futuro negado y de la
dignidad arrebatada.
Lo que va quedando en este paso es un dripping act sobre la
estantería pesada del pasado y los símbolos de la historia que no les es propia
por ausencia y por omisión de clase, es el des lenguaje del mal educado en
sintonía con su verdad y su condición de tal, es la conexión barbárica con el
presente que golpea fuerte a los ojos y por la espalda, es el amor al arte
aprendido por azar del talento chileno, es el humor clandestino que va de boca
en boca, de meme en meme, es la performance de las mujeres que apuntan al
estado violador con el dedo, es todo eso y esa capacidad mágica y ancestral de
los mestizos y los originarios de saberse que son parte de un mismo territorio
llamado nación, país, tierra. Chile.
Lo que sucede aquí es el día del punto final de la Dictadura
de un modo de Chile.
Un modo que sólo veía con un visor de caballos de carrera
que competían hechos unos locos hacia delante sin mirar para el lado,
atropellando hacia una meta reservada solo para uno. Un modo que en menos de un
mes se encargó del pasado adormecido y estalló abriendo las anchas alamedas
desde el norte al sur, del oeste al este para llegar a la plaza, la digna
plaza, convertida en el punto de encuentro de todxs.
Guillermo Grebe Larraín
elartwriter