El artista británico (¿¿¿???) Bansky no podría ser chileno, tendría serios
problemas con la ley de control de identidad. Aunque tampoco sería inspirador
saber quien es, de donde es, donde vive pues la NO identidad es su gen
curatorial, su ADN, su escencia como artista.
Lo que motiva a Bansky es precisamente eso: la improscedencia, la
fugacidad, la inexistencia, la no geo localización y sobre todo la metáfora de
la huella como tal, como un hito provocador de masas.
Finalmente es como todos los demás: invisible entre los invisibles y eso
lo hace un artista de verdad de estos tiempos.
Bansky es el Julian Assange del mundo del arte.
La misma generación, los mismos objetivos, la misma rebelión.
En ambos subyace la misma postura política que sostiene que la revolución
que se debe hacer en contra de la globalización es desde adentro del sistema
usando como armas de lucha la develación de las verdades de un espíritu de
época.
Verdades que son ocultadas, sometidas y dirigidas por los enemigos; la
información.
Bansky, Assange y muchos otros coetáneos han sido capaces de sobrevivir y
madurar en el mundo luego de un largo recorrido que comienza con los albores
del movimiento punk desarrollando una puesta en escena poderosa con muy poco,
desde la inteligencia del ajedrecista con cojones y en extremo astuto.
Assange lucha desde el periodismo de investigación, utiliza las redes,
encuentra partners alineados que son sus fuentes en las barbas mismas del
enemigo y convierte las omisiones y las mentiras universales en espejos limpios
develados ante la mirada de los incautos absorvidos por el sistema.
Bansky hace lo mismo aunque su camino armado es otro, sus armas también.
Pero antes de hablar del trabajo del guerrillero millenial, acordemos
cuales son esas “verdades globales” discutibles para algunos, certezas para
otros.
Lo que entendemos o compramos día a día como verdades tiene que ver con
reflejos opuestos de realidades construídas que son dirigidas a través de un
lenguaje de elite, la mass media, la red social y el consumo.
La idea de la economía del chorreo no es más que ocultar el capitalismo
salvaje que sólo socializa las perdidas y privatiza las ganancias, la idea de
que los alimentos hay que masificarlos por un asunto de expansión demográfica
no es más que el ocultamiento de un negocio redondo para las corporaciones y
los laboratorios, la idea del populismo es un reflejo contrario que enfrenta a
dos ideologías entre sí sin que nadie entienda bien que significa, la idea de
la explotación de los recursos naturales para el bien común y el ahorro
energético en países pobres no es más que un gran negocio entre privados y los
estados, donde más bien ganan los primeros, y un larguísimo etcétera que me
quiero ahorrar pues todos ya lo sabemos.
Los indignados son muchos más, pero el mundo los promociona como irresponsables,
anarquistas destructores, hippies trasnochados o simplemente comunistas
anquilosados en idealismos obsoletos.
El mundo hoy se compone entre conservadores acomodados en el sistema y
progresistas indignados desarticulados!!
Saquemos conclusiones.
Un sin fin de verdades expuestas en una larga trama y transformada en una
gran película de ficción. Finalmente esas verdades se disipan, se esfuman
porque se confunden en la ontología de la realidad que es inexistente a no ser
que el reflefjo de quienes construyen realidades opuestas a sus intereses sea
directo y no invertido.
Eso es lo que quieren. Quitar o trucar nuestros reflejos.
Esa es la estrategia.
Entonces que hace el maestro Bansky? Pues trabaja los espejos en los
soportes más eternos y resistentes que existen; las paredes. Las únicas que
podrían sobrevivir a una hecatombe nuclear. Mueren las personas, no habrá
reflejados, pero si quedará el reflejo, el espejo-testigo intacto de lo que
motivó la desaparición de la vida.
La clave de la belleza de la obra de Bansky radica en esta precisa
cuestión: un espejo es una pared y las ruinas y escombros son los cuerpos
inhertes de los seres humanos frente a ella.
La metáfora de la ráfaga tiene que ver con el acto de pintar también. La
rapidez es parte de la destrucción, Bansky debe trabajar en una milésima de
segundo, lo mismo que podría durar la destrucción de una bomba de hidrógeno o
un fusilamiento colectivo que deja huellas en esos paredones y que luego serán
limpiados para borrar las huellas del espanto.
Las paredes además son sinónimo de separación, de delimitación de la
estructura urbana que regula y condiciona las vidas de los que habitan barrios,
zonas, ciudades, países. Finalmente son millones de dibujos lineales separadores
sobre el mapa del mundo si lo vemos desde el cielo. Simbolizan un mundo
construído para que nadie se conecte de manera libre y abierta, es decir, son
el soporte más concreto y funcional para expresar que ese mundo ya nadie lo
quiere. Las paredes son la cara de un pasado que lucha por seguir vivo en un
mundo que desea expandirse.
Otra señal clave es la negación. La venda en los ojos de los que caminan,
los que transitan pero no trascienden, los que construyen sus vidas en espacios
repletos de mezquindades y egocentrismos, los que consumen con rabia algo que
les llena la existencia, los observantes de las vitrinas (reflejos vacuos de si
mismos entre la anestesia y el deseo de tener), los observantes ciegos…las
víctimas primeras de la cosa global, los muertos en vida que compran y luego se
indignan, luego compran y finalmente mueren sin haber hecho nada.
La negación tiene mucho que ver con la rebelión y la develación puesto que
en las obras de Bansky todo es un boomerang, todo es salvaje verdad devuelta.
En el arte contemporáneo o mejor dicho en LO contemporáneo, lo devuelto
está lleno de matices, algunos optaron por explicarlo en las grandes aulas, las
academias, los parlamentos y los espacios en la zona de confort con un lenguaje
diseñado para sus nichos, otros han pisado el palito de las corporaciones que
desean aturdir a las audiencias ofreciendo “obritas de arte” carentes de
sentido profundo y exhultantes de vacuidad y frivolidad. El tiempo y la
velocidad se han tomado el arte de manera tensionante a tal punto que el
concepto de arte contemporáneo se fue al carajo.
Por último están quienes tomaron la opción de la acción rapida,
entendible, motivante, cabrona, inspiradoramente subversiva pero masificante y
sobre todo reflejo de realidades incómodas.
Estos últimos son los indispensables hoy, al menos para mi.
Y Bansky es el guaripola number one. Para Bansky Las piezas de ajedrez se
mueven en direcciones no convencionales, los enroques son más intrepidos y el
riesgo de comerse al rey es una tabla donde no se empata.
Hoy es hacer y no decir, es sentir y no darle mucha vuelta al asunto.
Hoy es mirar más que ver, y sobre todo mirarse en ese acto, en ese reflejo
en el espejo opaco, arruinado apunto de caerse llamado pared.
Confundirse como artista con discurso, como artista profesional entre las
personas, aparecer de noche o de madrugada para hacer lo que proviene del
taller, el saber y el conocimiento. El verdadero arte del siglo 21 es concebir que
no se puede esconder la mano detrás del intelecto; que ambas deben estar a la
orden de un zeitgeist, un espíritu de época formado y formateado por legiones
indignadas y articuladas velozmente en la gran red social listas para crear
virus removedores y provocadores de un nuevo mundo colectivo, colaborativo y
más humano.
Tener el soporte más público imaginable, saber que la obra será borrada y
censurada por la policía y a la vez saber también que esta acción se registrará
y se multiplicará, pasará por las redes sociales y la mass media como un signo
de exclamación y pregunta es inastalarse desde el poder absoluto, desde la
pertenencia como ciudadano del mundo. Es finalmente la vuelta al simbolismo, a
lo sígnico, al logos.
Es comunicar que vivimos en una cadena de espejismos y lo que necesitamos
en realidad son espejos que integren, que denuncien, que impulsen una nueva
vida.
Esto Bansky lo tiene clarísimo y es sin lugar a dudas el exponente más
reconocido de esta tendencia de artistas que entienden que en este mundo de hoy
solo cabe trabajar en función de la velocidad y la subversión del sistema
zocavandolo por dentro cual guerrillero consciente y mutable.
Sus obras forman parte de la gran galería del espacio público, de un museo
viviente y transvestido y donde las obras son de todos y para todos.
Incluso el merchandising y el plagio de ellas es parte de una estrategia
de obra convertida en marca que pasa de mano en mano, que se baja de la web,
que se convierte en fetiche pop del aquí y ahora, en parque temático de lo
contrario porque ahí, precisamente ahí, detonarán las bombas creativas que se
expandirán como globos de la mano de niños y niñas hacia el cielo, para que
cada uno de quienes vivimos en este planeta seamos parte de una gran obra común
de un gran renacimento.
Por todo esto y mucho más, gracias maestro Bansky!!
Mas info sobre Bansky en
Guillermo Grebe
Artista Visual