viernes, 2 de diciembre de 2016

Mauricio Garrido. Honrar la pre existencia


Como sacado del cuento de Mary Shelley, Mauricio Garrido hilvana, cose, pega, une pedazos vacíos de vida cual Doctor Frankestein y su obra vive haciendo honor a aquello que resulta ser un joven Prometeo que camina de nuevo recauchado pero revitalizado en el espacio que cada espectador deberá reconocer como pieza única e indivisible de una historia.
Según Wikipedia la Novela Frankestein Publicada en 1818 explora temas tales como la moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios. El protagonista intenta rivalizar en poder con Dios, como una suerte de Prometeo moderno que arrebata el fuego sagrado de la vida a la divinidad.

Algo parecido sucede con la obra de Garrido; existe un trabajo minucioso sostenido en la pre existencia; en objetos de papel o género, en figuras corpóreas como son sus mini esculturas que dan cuenta de una memoria retenida en el tiempo que alguien vió o contuvo emocionalmente alguna vez en un pasado tan íntimo como desconocido.

Si entendemos la pre existencia como la experiencia de una vida de algo que ha pasado por otros ojos que le han dado significado y sentido en determinado momento y que este simple hecho le otorga al objeto la calidad de Ser y existir en el tiempo, entonces hablamos de la resurrección como un acto humano hecho a mano pleno de poesía y libertad multiplicada y cómplice. Es aquí cuando el trabajo del zurcido y re ubicación de lo pre existente adquiere un valor renovado, independiente, reubicado en el mundo en obra de arte.
La lucha con las divinidades entonces quedará en la tensión de una ficción fabulosa y genial como el clásico cuento de Shelley, algo tan genial como complejo, poético y universal y el tejido del tiempo será tomado de manera delicada para ser recortado, cocido, ubicado y recompuesto por Mauricio en un intento sublime de centrifugar el tiempo hacia atrás y hacia delante cual pequeño dios como diría el poeta Huidobro.














Lo que se está jugando aquí no es solo eso aunque ya decir “solo eso” es suficiente e incomnesurable pues no es poco; No, aquí retomamos de manera nueva y curiosa la tensión clásica del arte entre lo apolíneo y lo dionisiáco. Curiosidad aparte, lo que veo en la obra de Garrido es una contraposición móvil y agitada que hace que esta tensión se concentre desde su origen hasta su centro nuclear que es finalmente la preciosa posibilidad que me brinda como espectador en re-componer y completar lo que crea. La forma es indispensable, se cuida la proporción y ubicuidad en el soporte, la familia cromática, la composición de objetos puestos unos sobre otros o al lado de otros para que el relato respire, se cuida lo apolíneo de manera estricta y noble. Pero también se vé un discurso atrevido, un sentido del nuevo rumbo de las cosas, un global audaz y expandido contenido-relato que hace sentido desde la ironía, un humor inteligente y una enorme sensualidad que es imposible huir de ella. La libertad creativa y su disposición es conquistar de nuevo cada espacio perdido en las supuestas muertes envueltas en papel ronéo o couché.

En principio su origen; el retazo, el despedezamiento y desmembramiento de una revista u otro medio gráfico, plano e impreso, es el trabajo natural de cada artista dedicado al collage. Esto es el oficio de intervenir la pre existencia y sacarla de su entorno de contenido para abrir otro, aquel que el artista ha elegido para encaminar su relato de cosmovisión propia. 

Pues bien, Garrido no es cualquier artista del collage, está muy lejos de ser clasificado sólo ahí porque sería mezquino hacerlo.
Su trabajo es la intervención de la vida de quienes pasaron por esas revistas, esos rincones en casas de las tías y abuelas donde habitaban solitarias pequeñas piezas de porcelana, las colchas, las muñecas de trapo, todo ello contiene un respeto extremo y delicado por la emoción de la vida de los otros que ahora se rearticulan y renacen en un mono dibujado, ilustado o fotografía antigua y objetos reanudados que se abern en un nuevo encuentro con el espectador-lector.
Los objetos despedazados y sacados de su entorno gráfico por Mauricio Garrido no pierden jamás eso que los sostiene; el haber sido vistos por miles de ojos en el pasado y el haber sido canales de comunicación para ellos.
Nos los devuelve con esa emoción incluída!!.











Entonces cuando enfrentamos la obras terminadas vemos un solo conjunto unívoco imposible de descomponer, que camina solo, que habita las paredes o los espacios que las esperan para vivir de nuevo habitando el mundo como animaciones congeladas que nos están diciendo que cada parentesco con la vida real conlleva un pasado que se moviliza en persistente complicidad y movimiento infinitos.

Más que un artista aventajado del collage o un fino y elegante artesano de tijera y pegotines (que lo es por cierto), yo prefiero hablar de Mauricio Garrido como un revividor de emociones que honra la vida que existía antes de ser vista por otros que no la veían y que pasaban de largo como miles de seres sin vida apegados al suelo y a sus pequeñitas y tranquilas costumbres.

Honrar la pre existencia es un gran poema donde las palabras sobran y donde los quirúgicos métodos del recorte de la vida existida hablan como nunca antes.
Es como que todos tuviéramos por un segundo nuestros corazones en las manos, lo pudiesemos ver para luego devolverlos a su cavidad toráxica para seguir caminando, esta vez, renacidos nuevamente.



Guillermo Grebe
Artista Visual

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